lunes, 11 de junio de 2012

No sois vos un valiente cobarde.

-Buenos días, preguntaba por Ainara Ibaritz ¿Sabe algo, caballero?
-Claro que sé algo, joven. Yo maté a esa muchacha.
-Disculpe..¿Cómo? ¿Es usted un asesino?
-No le clavé un puñal, así que no soy un asesino reconocido por la ley. Pero yo la conduje a ello.
-Sigo sin entender ni una sola palabra ¿Se suicidó Ainara?
-No, aun con todas las razones que la faltaban ella seguía viviendo. Por causas desconocidas entró en coma, y murió en Marzo del año pasado.
-Entienda usted que me halle perdida, pero.. ¿Qué responsabilidad tuvo usted en la muerte de esa chica si no la hirió?
-¿Quién ha dicho que no la hiriese?
-Usted. Ha dicho que no es un asesino reconocido por la ley, por lo que imagino que..
-Demasiado imagina usted, bella doncella. Hay muchas maneras de herir mortalmente a un persona sin llegar a tocarla. Solo Dios sabe cuántas cargas llevaron a esa pobre fémina a tan terrible enfermedad y solo yo sé cuántas de ellas fueron culpa mía. Herí de gravedad a aquella hermosa azalea blanca, de tan pura alma, en lo más hondo de sus entrañas; su inocencia. Aún era una joven inocente cuando la hice todos aquellos horrores que, por su gravedad, debería estar prohibido mencionar. Te puedo decir que era bella, pura, servicial, educada, con una tez tan perfecta que podría haber sido perfectamente la protagonista de una novela pastoril, porque con la poca cordura que aun conservo he de reconocer que esa piel tan perfecta era digna de un mundo idílico. No ha pasado un día que no me arrepienta de haberla vendado los ojos con un amor impuro y de la mano conducido hasta su perdición. 
-Perdone usted mi intromisión, pero ¿Por qué sintiéndose tan arrepentido no ha decidido quitarse la vida?
-Siéntome arrepentido hasta las trancas más debo como un caballero pagar todo el daño que he hecho y la muerte la paz me entregaría ¿Entiende señorita?
-Entiendo y apruebo. Si fue usted tan valiente de matar a alguien de una forma tan vil como insinúa lo hizo, debe serlo también para cargar con ello en su conciencia, si es que tiene, hasta el día en que la naturaleza decida deshacerse de usted.

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