martes, 19 de febrero de 2013

Nada mas llegar supe que quería irme.



El otoño ya acababa dando paso al invierno. Pensé que quizás ya era de retomarlo todo, de volver a donde pertenecía, a arreglar todo lo que dejé a medias en mi huida. La euforia que ardía dentro de mi era increíble, no pensé que regresar me pudiese hacer sentir tan viva.
Nada mas llegar recordé por qué me había marchado. Nunca olvidaré la lección que aprendí... Cuando dejas algo lo dejas para siempre, no por un tiempo.
No me dolió tanto darme cuenta de que las cosas no habían cambiado en absoluto como darme cuenta de que yo tampoco había cambiado.
Antes de regresa pensé que sería capaz de enfrentarme a todo, a los malos recuerdo y por lo contrario, a los buenos... Me equivoqué. Los malos recuerdos me dejaban débil ante mi peor enemigo, mi cerebro, quien mejor ha sabido manipularme siempre, quien clavaba banderilla y los buenos aprovechaban para recordarme todo lo bueno que dejé marchar y que nunca volverá y ahí era donde mi cerebro asestaba la puñalada mortal y me dejaba indefensa ante cualquier ataque. Con ataque me refiero a...
Volver a verte. A verme reflejada en tus ojos... Me volvió a dejar caer en tus brazos. No hay mas dulce amargura que la de tus labios amenazando con dejarme en coma emocional de nuevo. Volví... Y nada más volver supe que ya me tenía que ir.

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